
¿Por qué será que cuando nos acercamos a un mito podemos ir reconociéndonos en
muchos de sus contenidos?
Porque son la expresión de un sueño común. El mito conmueve porque es una red de
múltiples aspectos del inconsciente colectivo. Y a la vez, es muy misterioso, posibilita
infinitas interpretaciones, se mueve en ese espacio donde habitan los sueños, ese espacio
de lo que nunca fue y, sin embargo, siempre está ocurriendo. Los mitos están en otra
dimensión del tiempo que la que nosotros manejamos en nuestra vida cotidiana; están
en un tiempo sagrado.
Todos los cuentos que nos han contado y que a su vez hemos contado a nuestros hijos,
son chispazos de algún mito. No pertenecen a las enciclopedias sino a la necesidad que
tenemos los seres de crearnos un alma, y con eso humanizarnos. Por eso los mitos son
sueños colectivos, mapas que dan innumerables claves para recorrer el territorio
personal, formado por la historia individual y sus vicisitudes.
¿Cuáles mitos te atraen?
A mí me interesa trabajar aquellos donde el hincapié está puesto, fundamentalmente, en
el ir creciendo de los protagonistas al atravesar distintos obstáculos. Son muy
iluminadores, ya que constituyen un terreno abonado por todas las personas que pasaron
y seguirán pasando por esos momentos de cambios. En este sentido, esos mitos son un
puente muy eficaz hacia el "nosotros", hacia ese sentimiento de identidad colectiva tan
difícil de encontrar en estos tiempos.
¿Cómo llegaste a elegir Psiquis y Eros?
Hace más de diez años que trabajo con otro mito, el del Héroe, en un encuentro que
dura tres días y está basado en la mirada de Joseph Campbell. Podría decirte que trabajo
con el "héroe campbelliano" que puso en escena magistralmente el francés Paul
Rebillot, y que hace mucho comenzamos a explorar con Silvia Salinas. Sobre esa base
yo empecé a moverme y profundizar; fue tan rico y potente lo que iba encontrando, y
era tal la libertad que sentía como terapeuta cada vez que permitía que esa conciencia
universal que brindan los mitos me sostuviera, que poco a poco ese mito se tornó
solamente una fuente de inspiración. Dejé definitivamente el primer esquema, fui
ganando en libertad y en confianza, y así cada uno de los grupos se fue convirtiendo en
una especie de "átomo divino", siempre original y único. Ahí estoy ahora. Y con la
misma actitud gestáltica y el entusiasmo que me produjo soltar el mapa y moverme en
una dimensión mítica, dejándome llevar por el aquí y ahora, así fue mi encuentro con el
mito de Psiquis y Eros.
Hay algo interesante para destacar: en tanto está orientado hacía el encuentro con el
coraje y con el propio poder, podríamos pensar que el mito del Héroe privilegia la
expresión de lo que sería la energía masculina. En cambio, el mito de Psiquis y Eros
favorece el contacto con la energía femenina.
¿Con qué fuentes trabajaste?
Conocía este mito desde hacía mucho tiempo. En un momento, mi amada y genial
amiga Kita me acercó un libro de Jean Houston en el que, en algunos capítulos, habla
sobre esto; simultáneamente me encontré con Robert Johnson y su She, con distintos
textos de mitología, con el tarot mítico y su palo de copas… En fin, no sé cómo hacerte
ahora la historia cronológica, porque lo real es que cuando te vas metiendo en un mito,
"algo" empieza a envolverte despacio y mágicamente. Y así, me encontré relatando la
historia en laboratorios o en grupos terapéuticos. Pude ir observando el nivel de
intimidad y receptividad de las mujeres frente a este mito; los hombres también
escuchaban con atención, pero me resultaba evidente que se producía otra resonancia.
Por supuesto, entiendo que, aunque Psiquis es un personaje femenino, el mito nos habla
a todos, y por eso estoy pensando también, en un futuro, incluir hombres en este
laboratorio. Lo que sucede es que en este momento de mi vida los interrogantes que
tenemos las mujeres me involucran totalmente. Quizás por eso me fui encontrando con
hermosas mujeres, con las que armamos un primer grupo de doce encuentros que me
permitieron ir configurando esta experiencia.
Es un mito tan rico…
Solamente cada una de las pruebas podría ocupar más páginas de las que tiene esta
revista. Fijate, por ejemplo, la diferencia de origen entre Psiquis y Afrodita. Se dice que
Psiquis nace del rocío que cae del cielo; es vaporosa y liviana. En cambio, Afrodita nace
de las profundidades del océano: posesiva, orgullosa e instintiva. Estos dos aspectos que
hay en cada una de nosotras coexisten oponiéndose o complementándonos, nuestra tarea
como mujeres es humanizar y suavizar a nuestra Afrodita y divinizar, dándole dignidad
y reconocimiento, a nuestra Psiquis.
Por otra parte, es significativo que, al comienzo del relato, Psiquis deba "casarse" con la
muerte. La doncella muere en el día de su boda: una era de su vida ha terminado y ella
muere a muchos de los elementos femeninos con los que ha vivido hasta ese momento.
Como señala Robert Johnson, todos los maridos, de alguna manera, son "muerte" para
sus esposas, en tanto destruyen en ellas a las doncellas y las fuerzan en su evolución
hacia una femineidad madura. Esto es paradójico y real: se puede sentir al mismo
tiempo gratitud y resentimiento hacia la persona que nos fuerza a iniciar un camino de
crecimiento.
Lo que no resulta nada difícil de reconocer es el paraíso donde Psiquis se instala cuando
se enamora de Eros.
¡Claro! ¿Quién no ha estado en ese momento de enamoramiento en el que sólo se ve al
dios y a la diosa que hay en el otro, y no a la persona que es? ¿Quién no se ha sentido de
alguna manera traidor o traicionado cuando, después de un tiempo, empieza a disminuir
el enamoramiento y vemos características en el otro que antes no veíamos? El
enamoramiento es una especie de locura; transcurre en un tiempo y un espacio míticos
donde no hay otro estímulo ni otro interés que estar juntos, fascinados el uno con el
otro. Recuerdo un tema de Laurie Anderson: ella canta y mientras tanto los músicos que
la acompañan se van poniendo uno a uno una camisa que representa "la camisa del
enamoramiento". Pues bien: cada vez que alguien se pone esa camisa del amor
romántico, todo se le distorsiona. A uno el instrumento se le agranda de golpe, otro se
achica, una cantante aparece con un vestidito de nena…La camisa los pone en estado de
locura. Y así es: en estado de enamoramiento podríamos, en un segundo, dejar todo lo
que hemos construido con tal de estar con el otro. Nos es muy difícil salir de ese
paraíso.
Esta es una parte del mito que resulta muy necesario trabajar. He visto que hay
relaciones que siguen por años en una prolongada agonía, en un tremendo impasse, por
miedo a atravesar ese momento. Y es que hay una tendencia muy grande a negar la
comprensión de que el jardín del enamoramiento es una parte del camino, no la meta.
Por eso me interesa la tarea de difundir este mito, porque podemos encontrarnos con la
confianza que da el saber que después del temido momento viene otro superador, y otro
superador…y que la vida siempre sigue y sigue.
De todas maneras, la transformación duele…
Sí, y tiene que ser así. Cuando el dolor es mayor que el miedo podemos aceptar el reto
de la transformación. Eso es lo que de diferentes maneras nos han dejado como
conocimiento básico los héroes de todos los tiempos: habitar un lugar aterrador de
soledad desde el cual sólo podemos salir y avanzar entregándonos a un dolor que supere
al miedo que experimentamos.
En el mito, son las hermanas de Psiquis quienes llegan al paraíso con la tarea de
cambiar la situación. Lo hacen a través de intrigas: ellas representan los aspectos
sombríos de la personalidad de los que hablaba Jung, los aspectos no vividos que se
tornan oscuros y, cuando salen, lo hacen violentamente. Cuando eso ocurre nos
asustamos, porque pueden ser terribles los cuestionamientos que, "de un día para otro",
empezamos a hacer a esa persona que hasta ayer era un dios o una diosa. Sin embargo,
este pasaje de la salida del paraíso a la desesperación y al encuentro con las tareas
significa el tránsito de la inconsciencia a la conciencia. No podemos comparar la
dignificación y el reconocimiento de la propia existencia que se logra atravesando esto
con ese otro estado de inconsciencia en que una es llevada de un lado para otro por las
situaciones, sin darse cuenta de nada.
Vayamos ahora hacia el final del relato. Evidentemente, Psiquis ya no es la misma
luego de atravesar todas las pruebas. Pero Eros tampoco es el dios soberbio y orgulloso
del comienzo.
Así es. Eros también ha evolucionado a partir de un amor humano: ninguna diosa le
hubiera podido dar a Eros la profundidad y la conciencia que surgen de su amor por
Psiquis. Esto es muy importante para los hombres, y también para las mujeres que están
criando hijos varones: ayudarlos a que vean la humanidad de las mujeres. Si no, vamos
a seguir con esta locura de criar hombres machistas, que luchan por acceder a diosas que
no existen en el mundo terrenal. Con lo cual terminamos solos y angustiados.
Por otra parte, Eros no puede rescatar a Psiquis hasta que llega el momento adecuado.
¿Y cómo sabemos cuál es el momento adecuado para ser rescatado por el amor? Mucha
gente juega todo el tiempo a esta búsqueda del amor sin saber que sí hay un momento
adecuado, y es cuando ya has hecho todas las pruebas. Entonces el rescate es casi un rito
de integración; no es una salvación, no es "dar la vida por el otro", sino que ambos
polos de la relación se transforman. Ese es el momento adecuado, cuando lenta y
profundamente vamos adquiriendo una nueva visión de la vida y esto nos da confianza
y seguridad. En el mito, esto se expresa en el nacimiento de ese nuevo ser que tiene un
nombre tan hermoso: Voluptia, que significa “sumergida en la vida". Femenino y
masculino, hombre y mujer, juntos en esa alegría.
Antes decías que este laboratorio lo estás haciendo para mujeres porque ves que este
mito está más cerca de nuestra naturaleza. ¿Y cuál es la "naturaleza" de las mujeres? ¿A qué te referís con ese término?
¿Vos viste la película Orlando? Cuando ella despierta a su nuevo sexo, al ella, se
encuentra con ese hombre que le dice: "Sos mía, y si no hacés lo que yo te digo vas a
estar siempre sola". Ella lo mira y sale corriendo espantada; corre y corre, empieza a
transitar por un montón de laberintos, cambia de ropajes, de imágenes de sí misma, y
sigue corriendo. Y cuando ya no puede más y su cuerpo es una sola pulsación, cae de
panza, con sus ovarios y su corazón latiendo en una misma vibración, y le dice a la
tierra: "Naturaleza, soy tu amante, tómame". A eso me refiero.
Para dejar de ser una posesión del hombre, la mujer tiene que atravesar muchas
transformaciones. Y esto no se hace sin un momento de desesperación. De eso habla
Virginia Woolf. Nuestra naturaleza de mujeres es estar, como la tierra, cerca de la
receptividad, del amor hacia lo vivo. Estamos más cerca del misterio que los hombres.
Ellos tienen que trabajar mucho para acercarse a este punto, en un mundo que está
orientado en la dirección de lo masculino.
Mi experiencia es haber observado incontables veces que la necesidad de dar es
inherente a la energía femenina. Esto es algo de la naturaleza de ser mujer. Como si ella
fuera un recipiente y su contenido la luz de la vida. Ahí está su goce. Yo te hablo como
mujer y testimoniando, también, los trabajos de tantas mujeres en los grupos. Nuestra
dicha está en abrirnos. Por lo tanto, nuestra liberación está en dar.
¿Cómo hemos llegado, entonces, a este punto en que tantas mujeres sienten haber sido
"usadas", y están peleadas con su capacidad de dar?
Ese es uno de los problemas fundamentales que tenemos, ya que el metabolismo entre el
dar y el recibir está trastocado. Frases como "Doy, doy y… ¡estoy harta de dar!”, o
"Nadie me ve", forman parte de una larga lista. Pero pueden implicar un alto momento
de conciencia si logramos meternos en ese espacio: allí hay una pista esencial para ver
el nudo que está en el centro del corazón del inconsciente colectivo femenino: la
necesidad de ser necesitadas. Una cosa es el goce de dar y otra el dar compulsivo, el dar
para recibir del otro. El dar no está separado del recibir; nuestra primera tarea como
mujeres es recibirnos a nosotras mismas. Es importante que asumamos el alto privilegio
de encarnar la energía femenina, dejando de vivir como mendigas.
Yo veo muchas más mujeres que hombres que sufren por no poder dar. Cada vez que no
podemos dar no nos sentimos recibidas, y eso genera mucha amargura. Por eso es
fundamental transformar tamaña dependencia, y a eso me refiero cuando digo que hay
una mala elaboración en el metabolismo entre el dar y el recibir. No vemos la dialéctica,
no sabemos cómo recibir de nuestra propia capacidad de dar. Mientras tanto, debido a
los parámetros del amor romántico, seguimos mirando al hombre en busca de esa
mirada que nos autorice a gozar, a trabajar, a tener un orgasmo.
Es contra esto que se alzan las voces feministas.
Sí, pero es necesario darse cuenta desde dónde te estás uniendo a otros: acumular
resentimiento y agruparte por miedo a los hombres no sirve. La mujer que está resentida
con los hombres no está bien consigo misma; está seca, deprimida, no fluye su
creatividad y, por lo tanto, no puede autoactualizarse como mujer.
Si lo miramos en términos de proceso, démonos cuenta de en qué parte del camino se
encuentra cada una. Démonos cuenta, por ejemplo, de si todavía estamos a la
expectativa de que el otro nos devuelva un permiso para algo. Hay mucho que trabajar
en eso, cuando salís del rol estipulado por el afuera y decís: ¡Ah, estoy viva!, ¿qué
quiero? ¿qué necesito?" Y pateás el tablero, hacés quilombo, no entendés nada…
Ser mujer es parte de un proceso evolutivo que tiene en sí la maravillosa cualidad de
sintonizarnos con nuestra propia naturaleza. Y cuando empezamos a entender esto
podemos entender que el amor incondicional empieza por el amor a uno mismo. En el
mito, Psiquis va realizando una a una las tareas, no obstante su pánico. Y lo hace con
persistencia, en compañía de numerosos aliados que le brindan, en el momento
oportuno, información y confianza. Pero es ella la que va realizando las pruebas. Eros,
que la está viendo desde el Olimpo, por primera vez siente compasión y se ve así mismo
en su lugar de mujer. Entonces se humaniza. Sólo en ese momento aparece la dialéctica:
Psiquis encuentra a su Eros al dignificarse a través de las pruebas y Eros encuentra a su
Psiquis al sentir esta compasión. Aparece la unidad. Como en la película de Orlando,
cuando ella se mira al espejo y dice: "La misma persona; ninguna diferencia. Sólo otro
sexo".
Después de un largo proceso de transformación una persona puede recibir el regalo de la
intuición y el goce, porque en ese momento la lucha ha cesado: está en unidad interior.
Con los opuestos integrados encontramos el amor.
Osho decía que una mujer que se encuentra con el amor es una niña de luz de luna. Y ya
hay muchas que estamos construyendo una sutil e invisible caravana de niñas de luz de
luna. Menos de eso no necesitamos; menos de eso no nos merecemos.